Los Registros de la Propiedad, Mercantiles y de Bienes Muebles de España estamos inmersos en un proceso de reforma muy profundo. Vaya por delante que a mi juicio lo peor que puede pasar es que al final nada ocurra. El ámbito registral precisa urgentemente de cambios que le permitan seguir siendo útil a la sociedad. Las razones son muy claras: el modelo de economía ha cambiado y nosotros, los registradores, tenemos que cambiar con el.
Ahora bien, ese cambio profundo no puede equivaler a un salto al vacío, esa adaptación a la nueva realidad no puede ser amasada por uno u otro grupo reducido de expertos, sino que las propuestas han de nacer, si no del consenso general de todos los afectados (y por afectados no solo me refiero a Registradores) si al menos de un debate real y leal, abierto a ideas, a todo tipo de ideas.
Por eso la reforma no me gusta, por la forma en la que se está llevando a cabo y aunque conceptualmente me encuentro mucho más cerca de sus autores, que de sus detractores, siempre me pondré del bando que “quiere saber”, frente al bando “que sabe”.
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