La clave de la riqueza inmobiliaria se encuentra en su circulación. Propiciemos las condiciones para que algún nuevo tipo de transmisiones tenga lugar cientos de miles de veces cada mes y encontraremos salida a la crisis actual.
¿Y Qué aspecto inmobiliario es susceptible de ser transmitido cientos de
miles de veces periódicamente?: Los consumos: el consumo del agua, la luz, el
gas, pero también consumo de bienes intangibles que sin duda alguna revierten
en nuestra salud y estabilidad: silencio, calidad lumínica, paisaje, etc.
Recursos naturales y ambientales que nacen, atraviesan o se consumen en el
territorio. De esos recursos nos interesan tres aspectos:
Su naturaleza inmobiliaria
La susceptibilidad de su patrimonialización por parte del dueño
Su capacidad de circulación en el tráfico
inmobiliario.
Si encontrásemos fórmulas jurídicas seguras que
logren premiar las conductas ahorradoras
de los ciudadanos permitiéndoles la aprehensión de energía y valores hasta hace poco intangibles, entrar
en modelos de autoconsumo y transmitir
la parte que han producido o no han consumido, esas
transmisiones generarían lógicamente riqueza para esos ciudadanos, una enorme
masa de pequeñas remesas respecto a las cuales se podrían aplicar figuras
fiscales absolutamente novedosas e imperceptibles ligadas a los llamados
“micro- impuestos” y a la moderna “fiscalidad ambiental”. A través de herramientas registrales nuevas y
figuras jurídicas muy sofisticadas, apoyando el sistema sobre un conocimiento tecnológico del territorio que proporcione plena seguridad jurídica y a coste cero.
Perseguimos un modelo donde los inmuebles se
conviertan en “pilas” ecológicas de energía donde , sea posible no solo
alcanzar el autoconsumo, sino incluso
gozar de una eficiencia energética positiva (producción>consumo)
derivada de los comportamientos humanos de los seres que los habitan. Estos excedentes energéticos están llamados
a crear nuevos mercados cuyas características movilicen una nueva economía.
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